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Colectivo Teatral Matacandelas
TEATRO
LUGAR: Medellín
OBRA: Pinocho
Con un delicioso sabor a pasta italiana quedó este Pinocho que acaba de hornearse en el Matacandelas. La puesta en escena de este clásico infantil le ha permitido a la agrupación llegar a un punto clave de su búsqueda estética, ya que es el ensamblaje de todos los ingredientes que han animado su concepción de la dramaturgia infantil. Música, humor, títeres, teatro, baile y canciones. Pinocho es el inventario de una vital experiencia pública.
Una fiesta a ritmo de la ternura que tanto escasea por estas épocas, tal como lo hubiera aconsejado Ami, el niño de las estrellas, aquel extraterrestre que da lecciones de vida a los terrícolas.
Y al que pida más que le piquen caña. Un goce permanente es este pinocho, muñeco de madera, mentiroso y travieso, al que le hace compañía un ejército de loquillos que le siguen el juego. Geppetto, Lorenzini, Polichinela, Colombina… y luego el hospital.
Rondando un sueño
Pinocho es una figura que ha caminado con insistencia sobre los sueños del Matacandelas. Desde hace tiempo ha estado ahí presente, dejándose moldear por los Geppettos del grupo. Un personaje muy querido por todos pues simboliza al muñeco con vida propia que quiere convertirse en ser humano. Es un personaje universal, cronopio cortazariano, que ha ocupado un lugar privilegiado en el corazón de todos los niños y de aquellos adultos que de alguna manera se han acercado a sus aventuras.
Cristóbal Peláez, director del Matacandelas, dice que gracias a Pinocho pudieron concretar en un solo trabajo lo que es teatro, música y títeres. La idea era hacer una especie de vodevil o revista musical.
La obra no es una ilustración del libro de Carlo Collodi, sino un pinocho muy nuestro, que si bien está basado en el personaje de esta aventura también se encuentra pasando por otras circunstancias. Es regresar a la tradición fiestera del teatro que tiene mucho que ver con la música. Es la simbiosis de todos los elementos que constituyen la feria: la versatilidad, la variedad, el humor, los muñecos, los actores, la música y el baile.
Todo ello envuelto en una atmósfera musical al estilo circense y con aroma italiano. Es una música narrativa que por su misma función desempeña un papel protagónico dentro de la obra.
Los matacandelos ya han domesticado con suavidad sus instrumentos inseparables como son el saxofón, el clarinete, la guitarra, el violín y el acordeón. Los tienen a su lado todas las horas de todos los días, como sus más fieles amigos, lo cual les ha llevado a tener un dominio musical que han sabido capitalizar en todas sus creaciones.
Las canciones que se pasean por la obra son de la autoría del grupo. Letra y música.
Jugar es la nota
Pinocho es de alguna manera un homenaje a su autor, que hace su aparición en algunas escenas, y un homenaje al mundo del teatro. La reivindicación del teatro como un acontecimiento hermoso en la sociedad. La intención, en suma, es armar el juego y la fiesta. Las acostumbradas moralejas quedan en un segundo plano. La idea es sensibilizar a niños y adultos frente al hecho teatral. Que en el adulto, al ver la obra, vuelva a pasar esa sombra breve de la infancia, anota Cristóbal.
Pinocho ha convertido a la niñez en una gran logia universal, traspasando la barrera de todos los países. Más que un libro, un personaje o un tejido de aventuras, nos encontramos con un espíritu de la preadolescencia, una ficción libertaria, un leit motiv de nuestra naturaleza sin domeñar, un rasgo transversal de una práctica estética que busca el regreso a nuestra única patria: la infancia.[/vc_column_text][vc_video][/vc_column][/vc_row]